La veo traspasarme de lado a lado, inmisericorde; como el puñal que todo lo atraviesa para morir matando. La siento cómo lanza su cinismo, cómo vomita sangre. Y la siento rompiéndome la boca con su maldito beso. Me pudre hasta que apesto. Por donde paso huele a su propia ponzoña. Y desde mi interior, convertidoSigue leyendo «La mirada del odio»